El toque de puerta, indiscutible para la construcción de la 4T
Por Alfredo Elizarraras
Hablar de morena como partido, implica la necesidad de remontarse a sus orígenes, cuando nuestro preciado “ya sabes quién” recorrió todo el país.
El tan famoso “toque de puertas” que haría la diferencia entre nuestro movimiento y la tradicional y desgastada manera de hacer política del prianosaurismo. Es decir, la cercanía social, que siempre se hizo presente en la estrategia política de “ya sabes quién”, frente a esa política de imposición y alejamiento social que año tras año se ha repetido en nuestro país, desde hace bastantes años.
Una política que no solo se ha reducido a un toque de puertas sin sentido y a la ligera. Al contrario, dicha estrategia ha surgido de la preocupación por la problemática de los ciudadanos de a pie, que jamás han sido escuchados por aquellos actores políticos de derecha, que siempre han ostentado el poder.
Platicar con la gente, escuchar sus inconformidades y nutrirse con nuevas ideas, siempre ha sido el alimento de cada día de nuestro presidente. El rompimiento de la hipócrita escucha de ocasión, por esos políticos de abolengo que solo han aparecido en las comunidades, durante periodos electorales.
Un político que siempre se ha fortalecido, de los buenos deseos del pueblo. El dirigente de izquierda que desde joven caminó y platicó en las comunidades con los de abajo; con los sin nombre, con los olvidados por el aquel sistema político que dentro de sus pequeñas mentes, solo han tenido la idea de sacar provecho de la gente y despojarlos de su esencia, hasta reducirlos a un mero botín político. Ese viejo sistema putrefacto que solo nació para robar la energía de los ciudadanos, para poder esclavizarlos.
Es decir, aquel filosofo político que siempre luchó por la dignidad del pueblo y buscando que el quehacer político, se convirtiera en el poder del pueblo y para el pueblo. El político de la cercanía social que fue a partir de sus constantes caminatas, que lo inspiraron para luchar días tras día hasta llegar a convertirse en el presidente digno y sabio que es hoy.
El político que entendió el movimiento del partido, hacia las calles, hacia el pueblo, hacia los trabajadores, hacia las bases sociales que en realidad, son la parte fundamental de cualquier país. El partido nacido de las luchas sociales, para quienes son dueños del verdadero poder social: “el pueblo”.
Así lo dejaron ver, el domingo 17 de abril, cuando cientos de morenistas salieron a las calles, para conformar una caravana nutrida y potente, hacia Lomas de Atizapán. Un camión, cuidando la retaguardia del contingente, con su gran tamaño y su potencia. Mientras que, en la punta de lanza, un coche perifoneando con mucha alegría, el voto a favor de la maestra Delfina Gómez Álvarez.
Una caravana compuesta por mujeres, jóvenes, personas de la tercera edad, niños y en sí, el pueblo bueno y sabio marchando con alegría, por el próximo cambio por venir. Un festejo único, en el cual, el amor por su preciado Estado de México se dejó ver entre quienes asistieron.
Fue tanto el clamor de alegría, que incluso muchos de los espectadores, pitaban el claxon de sus vehículos, gustosos de ver al pueblo bueno y sabio caminando por la calle y demostrando su felicidad, por esa esperanza del cambio, que esta aun paso de llegar a nuestro querido Estado de México.
Una caravana que dejó en claro, que la esperanza nunca muere y siempre aviva el corazón del pueblo. Una caravana que le dijo a los atizapenses: “aquí estamos y seguiremos luchando para que la Batalla Maestra vea su triunfo.
Esa es la alegría que nuestro preciado presidente, nos dejó como legado. La construcción de la comunidad, a partir de la unidad y organización social. La inclusión de diversas formas de pensamiento, que permitan la construcción de una visión acerca de la realidad más profunda que abone a la Cuarta transformación y a la vida democrática de nuestro país.
El uso del poder político, a favor de la colectividad y buscando siempre “la justicia social”, como principios fundamentales para llegar a ese humanismo mexicano, que finalmente fue construido por nuestro querido “ya sabes quién”.