Ritmos de aprendizaje. “Enseñar no es correr: el arte de respetar los tiempos del otro” 2.0

Por: Fernando Lira Flores*

¡Hola de nuevo! Bienvenidos, a esta segunda entrega de un tema urgente y profundamente humano que son los ritmos de aprendizaje de los alumnos como una reflexión hacia el quehacer docente.

Continuamos…

¿Y si enseñar no fuera presionar, sino esperar?

¿Y si educar no fuera exigir resultados, sino acompañar procesos?

En las escuelas mexicanas, frecuentemente presionamos a los estudiantes a seguir un ritmo único, rígido, como si todos vivieran el aprendizaje del mismo modo. Pero no es así. No todos aprenden a la misma velocidad, ni con los mismos recursos, ni desde las mismas experiencias.

Este artículo propone un cambio de mirada: enseñar no solo contenidos, sino también a respetar el tiempo en el que cada uno llega a ellos.

El aula como maratón… para quien no pidió correr

Imagina que un maestro en una secundaria dice: Hoy todos correremos 100 metros… al mismo tiempo, con el mismo resultado esperado.

Pero entre los alumnos hay uno con discapacidad motriz, una que llega desvelada de cuidar a sus hermanos, otro que desayunó apenas un pan, y uno más que lleva años entrenando atletismo.

Eso es lo que hacemos en muchas aulas -especialmente las mexicanas-, pretendemos que todos lleguen al mismo resultado, ignorando las condiciones desiguales desde las que parten.

Vivimos en un sistema que: Premia más la rapidez que la profundidad. Presionar es más importante que acompañar. Pondera los productos por arriba de los procesos.

Y en ese ritmo forzado, el aprendizaje genuino se pierde.

Ritmos… la voz que no gritamos, pero sentimos

Lev Vigotsky (1978) nos habló de la zona de desarrollo próximo, ese espacio entre lo que un niño puede hacer solo y lo que puede hacer con acompañamiento.
Y ese espacio, para que florezca, necesita tiempo.

Ejemplo: En una telesecundaria, “E”, un estudiante callado, parecía distraído en la clase de español. Ya que nunca participaba. Un día, después de semanas de insistencia, pidió leer su poema. Su voz temblaba.

Pero cuando terminó, el aula guardó un silencio profundo. Ese día, su aprendizaje no fue el tipo de lectura, si no descubrir que su voz también valía la pena ser escuchada.
Lo que “E” necesitaba no era más tarea… sino un docente que supiera esperar su momento.

Entonces… ¿Qué podemos hacer como educadores y formadores?

1. Planear con flexibilidad. No solo se trata de improvisar, sino de dejar márgenes de tiempo para el trabajo académico.

Ejemplo: En una escuela primaria, la maestra “A” deja dos días a la semana para profundización libre de los temas. Los alumnos que van más rápido refuerzan temas anteriores o investigan más. Los que van más lento, reciben apoyo extra sin castigo ni presión.

2. Valorar el proceso, no solo el producto. ¿Qué pasa mientras el estudiante intenta, aunque no llegue al resultado correcto?

Ejemplo: En un Centro de Bachillerato, durante un proyecto sobre la independencia de México, los docentes observaron más el proceso que el producto. Un alumno que no terminó su cartel a tiempo explicó de manera verbal lo aprendido y demostró comprensión. Se valoró su avance, no solo el objeto terminado.

3. Dar oportunidad de ser distinto. Aceptar que no todos aprenden igual es trabajar con equidad.

Ejemplo: En un colegio, una alumna con dislexia presenta los exámenes de manera oral en lugar de escritos. Otro estudiante, más visual, entrega mapas conceptuales en lugar de ensayos. Así, la maestra no baja estándares de evaluación; sino que, respeta los ritmos sin dejar de enseñar los contenidos.

La pedagogía del cuidado: enseñar sin dañar

Carol Ann Tomlinson (2001) afirma que diferenciar no es complicar la enseñanza, sino hacerla más humana.

Respetar el ritmo del otro no es retrasar el aprendizaje, es respetar el tiempo de cada alumno. Esto debido a que, no se trata solo de que el estudiante repita lo visto y revisado, sino de que se sienta seguro de lo aprendido.

Aprender está bien. A su manera. A su tiempo. A su paso.

Pregúntate como docente, hoy:

  • ¿Estoy dando clases… o estoy acompañando procesos?
  • ¿Estoy enseñando por cumplir… o por conectar?
  • ¿Estoy esperando resultados… o estoy sembrando semillas?

Conclusión.

La educación no debería doler

La escuela mexicana no necesita más presión. Necesita más pausa. Más contemplación. Más paciencia.

La educación no debería doler. Debería invitar. Debería cuidar. Y cuidar… también es esperar.

Porque al final, enseñar no es llenar una agenda. Es acompañar un cambio.

Y los cambios más bellos… nunca ocurren de prisa.

Hasta el siguiente comentario de El Ser y la Nada. Esencia y tiempo

*Administrador de Baldemart y Asociados S.C. y docente desde bachillerato hasta posgrados en diversas instituciones educativas públicas y privadas.

Mesografía sugerida:

  • Vygotsky, L. S. (1978). Mind in Society: The Development of Higher Psychological Processes. Harvard University Press.
  • Tomlinson, C. A. (2001). How to Differentiate Instruction in Mixed Ability Classrooms. ASCD.
  • Gardner, H. (1983). Frames of Mind: The Theory of Multiple Intelligences. Basic Books.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *