Ritmos de aprendizaje. “Aprender sin prisa, enseñar con sentido” 1.0
Por: Fernando Lira Flores*
Hoy hablaremos de la forma o más bien los ritmos de aprendizaje de los alumnos y que espero, les sea de utilidad a los docentes y a cualquier lector que se dedique a la educación y formación de personas.
Continuamos…
Vivimos en un mundo que valora la rapidez, pero aprender nunca ha sido una carrera. En el aula, cada estudiante avanza a su propio ritmo, con sus pausas, dudas y descubrimientos.
Sin embargo, seguimos esperando que todos lleguen al mismo tiempo, por el mismo camino
Este artículo es una invitación a mirar lo que no siempre se ve: el ritmo invisible con el que cada ser humano aprende… y como respetarlo puede transformar no solo la enseñanza, sino la vida misma.
Recuerde que: tanto en la escuela como en la vida, hay tiempo y relojes por todas partes: horarios, exámenes, timbres, tiempo para comer, descansar, trabajar y más. Por ende, todo parece girar alrededor del tiempo… excepto el aprendizaje. Porque aprender no sucede en minutos. Sucede cuando la psique comprende. Y cada mente lo hace de manera distinta.
Algunos estudiantes necesitan ver tres veces un tema. Otros, una sola. Algunos aprenden escuchando, otros escribiendo, otros haciendo. Sin embargo, aún hoy, muchas aulas siguen tratándolos como si fueran iguales.
¿Y si el verdadero error no está en lo que enseñamos… sino en cómo pretendemos que todos lo aprendan?
Entonces, -en términos poéticos- diremos que: los ritmos de aprendizaje son una danza personal, y para comprender mejor el término, son esas cadencias propias, íntimas, con las que cada persona asimila, conecta y comprende la información. No son lentitud ni rapidez. Son expresión de diversidad.
Howard Gardner, en su teoría de las inteligencias múltiples, nos lo explicó desde los años 80: cuando indicaba que no hay una sola forma de ser inteligente (Gardner, 1983). Un estudiante que lucha con las matemáticas quizás tiene una mente brillante para la música, el dibujo, la empatía. Pero si solo valoramos la velocidad con la que resuelve ecuaciones… lo perderemos.
Y no solo a él. Perderemos también al maestro que no logra llegar. A los padres que se frustran. Al niño o joven que deja de creer en sí mismo.
Un ejemplo. Conocí a “R”, una niña curiosa y dulce, que en exámenes parecía no dar el ancho. Pero en conversaciones, sorprendía. Recordaba detalles, hacía conexiones profundas. ¿Su problema? El tiempo.
Al aplicar una evaluación con temporalidad flexible, “R” no solo respondió bien. Superó a quienes terminaban antes que ella.
Y entonces entendí: no es que no aprendiera. Era que no lo hacía al mismo ritmo de los otros.
Cuántos “R” habremos etiquetado como distraídos, lentos, flojos… simplemente por no caber en un molde.
Entonces… el ritmo debe ser un acto de dignidad, no de actuar
Educar sin considerar los ritmos de aprendizaje es como pedirle a una orquesta que toque con metrónomo… pero sin haber afinado sus instrumentos.
Debemos recordar que el aprendizaje tiene sus pausas, sus compases. Y reconocerlos no es una concesión, es un acto de equidad.
No se trata de enseñar más lento. Se trata de enseñar con conciencia.
¿Qué puede hacer un docente o un formador para detectar estos ritmos de aprendizaje?
Observar antes que etiquetar. No todos los silencios son distracción. A veces, son procesos en marcha.
Ofrecer caminos distintos. Algunos alumnos necesitan ver. Otros, tocar. Otros, imaginar.
Evaluar con flexibilidad. ¿Realmente importa si terminó en 10 o 20 minutos? ¿O importa si entendió?
Concluyamos…
El aula no debería ser una carrera. Debería ser una travesía. Y cada alumno, un caminante con su paso propio.
En el fondo, no es una cuestión de pedagogía. Es de humanidad.
Porque el aprendizaje verdadero no se mide en rapidez… sino en transformación.
Y cuando un estudiante aprende a su ritmo, algo mágico ocurre: no solo aprende. Se descubre capaz.
Les dejo con las siguientes reflexiones:
¿Cuántas veces hemos presionado a un estudiante para que avance más rápido… sin preguntarnos si en realidad necesitaba quedarse un poco más para comprender lo que se requería?
Si cada ser humano tiene su propio ritmo para amar, sanar y crecer… ¿por qué seguimos creyendo que todos deben aprender al mismo tiempo y de la misma forma?
Hasta el siguiente comentario de El Ser y la Nada.
*Administrador de Baldemart y Asociados S.C. y docente desde bachillerato hasta posgrados en diversas instituciones educativas públicas y privadas.
Mesografía sugerida:
Gardner, H. (1983). Frames of Mind: The Theory of Multiple Intelligences. Basic Books.
Tomlinson, C. A. (2001). How to Differentiate Instruction in Mixed‑Ability Classrooms. ASCD.

