La derecha como principio de la decadencia humana
Alfredo Elizarraras
Hablar de derecha en estos tiempos, es algo muy común. Más de lo que fue hace tiempo, cuando la represión y las desapariciones forzadas, eran el pan de cada día. Si bien, existía la resistencia en contra de los gobiernos derechistas, muchos de los luchadores sociales, fueron desaparecidos, encarcelados, obligados a esconderse o bien, encontrados en fosas clandestinas.
La derecha entonces, no solamente se convirtió en el camino de unos cuantos, para apoderarse de un territorio y ponerle precio a todo aquello que se cruce por su camino, más bien fue y siempre será una mera justificante, para enervar los prejuicios sociales en contra de la piel oscura y la pobreza. Incluso se llegó a ver a estos últimos como enemigos a vencer.
Así, la historia fue testigo silencioso, de todo los que implicó la existencia de la derecha política. Una derecha molesta con las ideologías emancipadoras, las cuales combatió por medio de grupos de choque y en general, la violencia a su más alto nivel. Esto como estrategia para poder apagar los fuegos sociales; así como el descontento cada vez más alto, de una ciudadanía informada. No solo eso, también, hay que agregar el uso de sus medios de comunicación masiva, para contaminar la mente de la ciudadanía y enlodar lo que pueda, bajo cualquier método
Por ende, su eterna guerra y enemistad contra aquellos gobiernos opositores a su hegemonía neoliberal y fascista, con el eterno apoyo de la ahora convaleciente nación de las libertades y el patriotismo.
Así, por ejemplo, tenemos al señor dientes de burro que, por su necedad a no pagar aquellos impuestos que, por ley, le corresponden, prefiere hacer uso indebido de su poder mediático y en sí, de todos los recursos a su alcance, para intentar generar una disidencia social que, al coptar a los más desinformados o débiles mentales, busca distraer a la ciudadanía con una desestabilización social que le ayude a evitar los millones de impuestos que debe y se niega a pagar.
Sin embargo, para él, jamás será relevante la cercanía social ni el trabajo con el pueblo. Al contrario, se ha levantado ante el público, como un empresario déspota y autoritario que llena de prejuicios a la ciudadanía con sus fobias y porquería mental. Para él, el único limite del lenguaje se da, cuando no son tocados sus intereses. Ni que decir de su discurso en donde grita a todo pulmón ser oprimido por una dictadura de estado, aunque él como patrón, sea un total explotador.
Lo mismo con el presidente “del carajo”, aquel que no pasó de ser un vil sirviente de la hegemonía patriótica de las libertades, ni siquiera, ha intentado rescatar la dignidad y soberanía de su pueblo. Un presidente del montón, como nosotros los tuvimos en México, quienes de manera mecánica y sin sentido, se decidieron por oponerse a todo aquello que atentó contra su comodidad de enriquecerse a costa del sufrimiento de su pueblo, sin que dicha oposición se dé por alguna razón creíble.
Ahora bien, hay que dejar en claro que la reflexión que aquí se realiza no va dirigida al pueblo de a pie que, por alguno u otro motivo se dejó convencer por las ideas de la derecha, para no repetir ese fascismo discusivo y autoritario, que reprime la libertad de pensamiento. Más bien, se encamina a exponer a esa derecha cupular que mueve los hilos desde la comodidad de sus mansiones y vienes obtenidos por la explotación y a costa del pueblo. Buscamos reflexionar sobre los actos que la derecha cupular es capaz de hacer, con tal de seguir preservando sus privilegios.
Exponer a esos machucones de la derecha que manipulan a sus seguidores a base de chismes y controversias mal intencionadas, ayudará a que el pueblo esté más informado sobre esa forma de pensamiento tan opuesta a la vida y destructora de naciones. Una derecha sin escrúpulos que celebra las atrocidades cometidas en contra de la humanidad, a cambio de seguir manteniéndose en el poder. Por lo anterior, solo cabe mencionar que no debemos caer en esas manipulaciones mediáticas que le suelen gustar a la derecha. Ya que, todo lo que provenga de sus medios informativos, cadenas de WhatsApp o medios electrónicos, no tienen otra intención más que criticar para preservar sus privilegios más ruines.