Por: Fernando Lira Flores *

La deconstrucción de la masculinidad. ¿Un cambio necesario e imperante?

Hoy, en este artículo del Ser y la Nada, les saludo y, espero y deseo que se encuentren bien.

Me surgió la idea de escribir este artículo de opinión en primera instancia, porque mi directora en jefe de Continuamos.mx confió en que enviaría algo para los lectores; y, en segundo lugar, por un cuestionamiento planteado por mis alumnos de bachillerato y universidad respecto de este tópico, que hasta ahora no había podido disertar y espero poder responder a estos cuestionamientos.

NOTA: Estimado lector, ofrezco disculpas por romper las reglas y cánones establecidos para la redacción de este tipo de textos, pero lo he redactado en primera persona del singular.

Continuamos…

Para hablar de la “deconstrucción de la masculinidad” debo decir que, desde que tengo memoria, “SER HOMBRE” ha estado asociado con una serie de reglas o convencionalismos sociales implícitos que parecían inquebrantables. Algunas de estas fueron: “No llores, los hombres no lo hacen”, “Tienes que ser fuerte”, “El proveedor de la familia eres tú”, por mencionar algunas.

Cucco (2010) indicaba que: “crecimos escuchando estas frases en casa, en la escuela, en la televisión y hasta en los grupos de amigos”

Y hasta ahora, no me había cuestionado estas ideas sino hasta que se me discurrió al respecto; y, por tanto, deberé dar respuesta a esto tanto a mis alumnos y cumplir con la solicitud de mi directora en jefe de Continuamos.mx

La pregunta que detonó en mí para escribir esto ha sido: “¿Y tú cómo te sientes con todo eso?”… Así que me quede en blanco, pues nunca me había puesto a reflexionar ni mucho menos a indagar de este tópico de la deconstrucción de la masculinidad.

Continuamos…

Debo indicar como escribió Cucco et al (2010), que “la masculinidad tradicional nos ha expropiado muchas cosas. Nos ha arrebatado la capacidad de mostrarnos vulnerables, de conectarnos con nuestras emociones, de disfrutar de la crianza de nuestros hijos sin ser vistos como “ayudantes” en lugar de padres comprometidos”.

Podemos indicar que: se nos ha vendido la idea de que el valor de un hombre se mide en su capacidad de proveer y proteger, en su “HOMBRÍA” asociada con la fuerza y el poder. Pero ¿a qué costo?

El costo es alto. Afirmo esto, debido a que la represión emocional nos convierte en seres desconectados de nosotros mismos y de los demás, y en ocasiones, a algunos, carentes de sentimientos y emociones hacia otros; y mucho más les hace poco empáticos con la circunstancia de otros, en especial de las mujeres.

Lo anterior nos impide construir relaciones más sanas y afectuosas, esto es, nos obliga a llevar una armadura que, lejos de protegernos, nos aísla.

Dicha protección, nos ha empujado a la soledad emocional y, en los peores casos, nos ha conducido a la violencia o a problemas de salud e inestabilidad mental.

El momento hoy es clave; ya que cada vez somos más los que nos atrevemos a cuestionar estas normas impuestas, y nos invita a deconstruirnos, a aprender nuevas formas de ser hombres sin miedo a perder nuestra identidad “MASCULINA”.

Tal vez suene muy silvestre mi definición; sin embargo, se las dejo para cuestionarla: Ser hombre no significa renunciar a la empatía, ni al autocuidado, ni mucho menos a la expresión emocional, tampoco significa aislarse en un papel de proveedor ni perpetuar un modelo que solo genera sufrimiento y aislamiento emocional.

Por todo lo anterior considero que estamos en tiempo de soltar la idea de antaño de que la masculinidad sea vista como un traje rígido; y empezar a verla como un espacio de libertad y crecimiento, así como de abrazar nuestras emociones, de aprender a pedir ayuda, de compartir responsabilidades y, sobre todo, de entender que la verdadera fortaleza no está en la dureza, sino en la capacidad de ser auténticos.

Y si hablamos de deconstrucción… Esta deconstrucción de la masculinidad no es una amenaza, es una oportunidad. La oportunidad de ser mejores hombres, mejores compañeros, mejores amigos, padres, amantes y, ante todo, mejores personas. Y eso, sin duda, es un cambio pertinente que vale la pena emprender.

Ahora les dejo, no sin antes plantear al lector estas cuestiones para su reflexión.

¿Qué pasos estamos dispuestos a dar para romper con los mandatos de género y estos convencionalismos sociales de antaño que nos limitan emocional y socialmente?

En la deconstrucción cabría preguntarse ¿Cuántas veces hemos reprimido nuestras emociones por miedo a parecer débiles?

Y, por último: ¿Cómo podríamos redefinir la masculinidad para que nos permita vivir con mayor bienestar emocional y social?

Hasta el siguiente comentario del Ser y la Nada.

*Administrador de Baldemart y Asociados S.C. y docente desde bachillerato hasta posgrados en diversas instituciones educativas públicas y privadas.

Referencias mesográficas:

Cucco García, M., Córdova Llorca, M. D., & Rebollar Sánchez, M. A. (2010). La intervención sobre los malestares de la vida cotidiana. Eride Ediciones.

Cucco García, M., & Sáenz Berbejillo, A. (2013). Escuela de madres y padres. Una propuesta de transformación social. Nuevosescritores.

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *